AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

martes, 26 de marzo de 2024

"¿ESTÁS BIEN? ES QUE ME HAS DICHO MUCHAS VECES QUE ME QUIERES…"

Quererte parece una tarea fácil, dado que eres hermosa, inteligente, provocativa y hueles a 'sustancias de origen vegetal muy apreciadas en la cocina por su gran capacidad de aromatizar, dar color o resaltar el sabor de los ingredientes', es decir, a especias.

Este verbo, ‘querer', proviene del latín “quaerere”, que significa originalmente 'desear, tener, buscar'; como es obvio, tiene una connotación posesiva. En específico, contigo el proceso de quererte es de ingeniería inversa: me he dado cuenta de que ya te quería y ahora me encuentro en la tarea de explicar por qué.

Tienes un saco tejido en hilo que te queda un poco corto y deja al aire la parte baja de tu espalda. Esto permite que se asome, como un espía cómico, el encaje de tu ropa interior por el borde de la pretina de uno de tus seis pantalones informales. Para protegerte del apetito de mi capricho y de las miradas lascivas de otros, te ajusto el saco, te cubro del frío, del viento o de las tormentas de la soledad de tu piel.

Estoy seguro de que este texto va a estar en desorden; es decir, no presentaré una rigurosa sistematización de tus canas o de peinado rápido y facilista; tampoco hablaré de tu cuello tenso que se eriza cuando lo toco, ni de tu espalda inconclusa sin el recorrido de mis labios; no esperes encontrar aquí elogios a tus muslos, los cuales prefiero ver separados, ni alguna mención a tus increíbles tobillos gordos. Nada de la textura de tu piel, la tibieza de tu aliento, la sensibilidad de tus orejas o tus palabras vulgares. Ni siquiera, una idea suelta de tu insaciabilidad.

Nada ordenado, nada planeado, porque mi manera de quererte se ha dado como una forma caótica, con una peligrosa aclaración: quiero quererte con dependencia.

Esto es, quiero hospedarme en ti, más allá de tu cóncavo y mi convexo, quiero verte despertar para que el cielo de la noche no se vuelva claro… porque he imaginado que puedo secar las inundaciones de tu apartamento alargado y he pensado que es por tu condición 'squirt' que se causan dichas inundaciones. (Nótese que dije 'secar,' aunque no se omite el concepto de 'provocar' o para matizar el asunto dire: 'gestionar', es decir, gestionar tus problemas de inundaciones).

Es verdad, puedo incendiar tu lugar, como si fuera una vela que quiere reclamar el calor de tu vientre, recorrer el sendero de tu vértice o simplemente quemar un ridículo libro que sé que puedo escribir mejor.

¿Lo entiendes? Estamos - o estoy- en un nivel diferente: ahora no sólo te quiero, sino que te necesito. Para aclararlo mejor: me urges.

Ante la posibilidad de tu ausencia, me invadió aquella ansiedad que pensé que había dejado atrás e inicié la peregrinación pésima por el camino de la preocupación por un futuro inmediato sin ti, aunque sólo se tratara de algunas horas, quizá unos días, tal vez una semana. El simple pensamiento de no tenerte cerca me causa miedo, como un golpe inesperado que me agobia. Sin embargo, bien sabes que soy experto en no demostrar nada y entonces sólo te digo que te quiero, en varios tonos, de diferentes maneras... Así es... vida, como si fueras un salvavidas… me salvas de ti misma porque la esperanza de verte me mantiene con el propósito de acariciarte de nuevo.

Puedo divagar, pero no delirar, sé que te estoy hablando de mi proceso de quererte, y mi confesión terrible de necesitarte… quizá sepas de las plantas holoparásitas, son las que dependen completamente del hospedero y no poseen clorofila, y que las hemiparásitas, que son las que dependen parcialmente del hospedero y poseen clorofila para fotosintetizar, lo que les permite vivir separadas de su hospedero… quizá sepas que con esto hago la más temible entrega: mi necesidad de ti.

¿Protección? ¿Que me protejas? ¿Estar en la calidez de tu vientre? ¿Ser tu lactante? ¿Ser el cartógrafo de tus lunares? ¿Ser el certificador de los olores de tus recovecos? ¿Ser el navegante de tus oleajes? ¿Ser el pirata de tus indecencias? ¿Quererte?

¿Para qué te quiero? Quizá para una fricción de la piel que termine en silencio, quizá para besarte a las once de la mañana y en la tarde ver cómo comes con ganas; te quiero para hablar de una tragicomedia donde la madre celosa enloquece, para apurarte y evitar que llegues tarde… para levantarte y bañarte, para rascarte la cabeza antes de dormir… para recorrerte en silencio usurpando mis propios lugares en tu cuerpo.

“¿Estás bien?” me preguntas, y siento angustia al percibir que realmente pienses en mí. Y se me van llenando los argumentos de emociones, y me acusan la culpa y el deseo, y se me cae el castillo de esto, hecho ruinas por el miedo de asumirte.

“No eres mi amante” me dices con una sensatez lapidaria, y yo, desnudo, temblando por quererte; con mis ojos iguales a tu talento acuoso. Entonces, viene un pero contundente, una aclaración magnífica, un cambio de sentido.

Pero, sientes algo… te sientes como un verbo, con la innovación de que es aplicado a ti misma, es decir, te sientes: deseada, buscada, necesitada. 

Un asunto más: te aparece una duda a propósito de la gramática de tu piel: es una pregunta por el participio del verbo poseer. Te respondo: es poseído, que en tu caso es poseída. (Aunque, aquí entre nos, me gusta más el concepto de posesa.)

PD: Te quiero.

miércoles, 20 de marzo de 2024

UNA REVELACIÓN ÍNTIMA CIRCULA EN GRIS


Claro, uno siempre puede pensar cómo podrían haber sido las cosas, decir qué hubiese podido ser mejor, que hubiese hecho esto o aquello. Se pueden buscar causas o efectos, circunstancias, lugares, preguntas, razonamientos… En otras palabras, se puede hablar de un segundo transcurrido en una vida completa. 

Pero, ¿cómo fue? ¿qué pasó?, aquí hay una verdad: la mirada depende del punto de vista de quien mira, así que adentrémonos este safari de emociones: 

Nota previa 0: Para tus amigas: (en las que había demostrado cierto interés eróticogramatical, pero, que por tu inconsciente posesión de mí, saboteaste cualquier cópula, acercamiento, manoseadita o intercambio) Se trata de una narración con varias versiones, ustedes han de escoger aquella que coincida con la imagen de la susodicha.

Nota previa 1: Para tus amigos: (se incluyen todos: sin distinción de elección sexual, apetito de ti, ex (en plural), capacidad rapsódica o profesión) Se trata de una salvaguarda de honestidad sobre las ganas de disimular y la verdad de la piel.

Así, de repente, como quien no quiere la cosa sentí tus dedos en mi cuello. Tus manos, con cicatrices en el compromiso, con herencia de orífice jugaron en mi trapecio superior; lo hiciste en un lugar público, delante de otros, en medio de una reunión. Así, naturalmente, como acariciando a un gato o estrujando una bolita antiestrés, me estabas haciendo un masaje. 

Indecente, erótico, vulgar, provocatico, lúbrico, lujurioso… 

Yo, admirador de tus indecencias, conocedor de que ocultas un horrocrux en tu pelvis, yo que te sé tan insaciable como sensible, pasé saliva, ya sabes, disimulando mi drama.

A pesar de presentir la textura de tus labios, de tener archivos de tus aulliditos farsantes y construcciones sobre tu imagen de jinete y mi propiocepción de equino, respiré un poquito y fingí tranquilidad.

 ¿Tus dedos en mi cuello o mi cuello en tus dedos? una pregunta para alguna filósofa zen o una erotómana sexy. Un cuestionamiento para la decena de comensales… (porque comen y sales -de ellos-) 

¿Por qué? ¿Para qué?

¿Acaso he de regalarte un asiento para que sepas que tienes un lugar en mi vida? 

Con ganas de estrujarte al igual que lo haría con la bolita antiestrés, de prometerte saciedad sublime por primera vez, de lavarte para no toparme con los rastros de esos.

Confundido, aturdido, paralizado… y mientras me tocabas sólo pude pensar en la etimología de “estúpido”: Es voz latina: de 'stupidus' = aturdido, a su vez del verbo 'stupere' = estar atónito y pasmado, ponerse estupefacto, de la familia léxica del sustantivo latino 'stupor' = asombro, pasmo, disminución de las facultades mentales. 

¡Ay ya!, sólo fue una tocadita de trapecio… ¡Bueno, bueno, vamos respetando!, porque fuiste tú,  “la tocona” y fue mi trapecio  “el tocado”, porque me sentí desnudo, porque me sujetaste como un cachorro, porque me capturaste. 

¡Hmmm! Pero qué exagerado, sólo fue una manifestación de afecto físico… ¡espere, espere, barájemela más despacio!, porque me he revolcado en tus ideas, porque soy el de tus fantasías, porque eres la de mis sueños, y aquí, en tu mundillo, soy el que comparte el mismo Expecto Patronum que tú. 

¿Masaje! ¿de qué hablas? ¿qué masaje? Me preguntas como si no hubiera pasado nada. 

¡Pfff! no fue un masaje. 

Me remito a la RAE: "Operación consistente en presionar, frotar o golpear rítmicamente y con intensidad adecuada determinadas regiones del cuerpo, principalmente las masas musculares, con fines terapéuticos, deportivos, estéticos, etc"

Entonces: Presión (hubo). Frotación (hubo). Golpeteo rítmico (con pocos compases musicales, pero hubo). Principalmente en masa muscular (aplica). Con fines: Terapéuticos (no aplica). Deportivos (no aplica). Estéticos (no aplica). Etc. (APLICA).

¿Soy acaso tu etc, es decir, la expresión que usas para sustituir el resto de una enumeración que: se sobreentiende gracias a una progresión lógica o al contexto y por tanto, soy innecesario de expresar? 

Hoy me atreví y te besé.
Te sujeté la mano.
Y me invitaste -pero yo pagué, porque una vez más habías olvidado el dinero- a tomar medias nueves, onces o merienda.
 Y ahí en público, te sujeté la cintura,
sentí tus caderas, te acerqué hacia mí tomándote por el cuello
y en lugar de un beso sexy, te succioné la mejilla.

Tu ceja inquisidora se levantó.

Mis labios fruncidos, decididos y valientes
se pusieron de cuclillas, pegándose a mis dientes.

 “Nos vemos”, dije con voz fingidamente masculina,
y me largué, sin saber si tu ceja se había desempinado.

Caminé por tu ausencia,
me mojé en tu vértice,
fui tu olor de hastío.

Me callé en tu voz,
jugué con tu pelo,
me robé tu piel erizada.

Sequé tu sudor dulce,
te silencié con rigor,
te rocé el trapecio. 

martes, 5 de marzo de 2024

JUEMADRE


Te ufanas de mi afecto y vas por ahí con la certeza de saberte bien querida, como si una fuerza protectora te rodeara. Porque sabes que puedo narrarte de mil maneras, sorprenderte de quinientas y lamerte de una sola. 

Mis dedos se entrelazan para que te estreses y -con disimulo dactilar- puedan ofrecerte un masaje -indecente, pero terapéutico al fin y al cabo-. 

«¿Puedes amarme aún más?» preguntas con soberbia enternecida y me dejas aguantando hambre, en una escena en la que me sumerges en el desierto fugaz de tus pulcritudes. 

Quizá te acuerdes del título de mi escrito más importante y yo pueda hablar de tus cicatrices o describir nuestras noches juntos, ya sabes: cuando me alimentas o me atropellas. 

Surge un 'temita' inesperado: vi brillar algo en tu cabeza, quizá un piojo plateado, una escarcha de tu última fiesta swinger, un haz de luz en la tinta de tu pelo -que he tenido entre mis dedos...-

Me acerqué para investigar el asunto, pero me tropecé con las comillas de tus labios, tu lengua en punta y la redondez de tu frente, obviando tu mirada sabionda y tus cejitas altaneras, llegué hasta el destello aquel... 

Un cabello blanco se erigía entre los demás, orgulloso y silencioso, advirtiendo experiencia e invitándome a una entrevista. 

Quedé perplejo. Y en una estrategia de psicología inversa, fingí poca importancia. Lo saludé distante mirándolo con cierto aire de superioridad. Era bello, esbelto, frágil, sosegado. Se movía con sutileza entre los otros, llamando vulgarmente mi atención.

Tus dedos, -cuyas historias no he contado-, lo acariciaron, acomodándolo con gracia. 

Me hablabas de no sé qué, ni tus pómulos ni tus mejillas captaron mi atención. Ahí estábamos, tu cana y yo, a solas, en silencio, esperando.

Te quité la consabida borona que siempre me permite rozar tus labios, me disculpé con tu cuello por no elogiarlo, le hice un guiño a tus cejas y cerré todas mis suscripciones a las noticias de tus lunares. 

Sí. Puedo amarte más.